En ABC, la operación policial contra Antonio Arroyo

17 feb 2016

Publicado en ABC, 15.02.2016

DETENIDO EN MADRID EL USURERO QUE DEJÓ A 200 PERSONAS SIN CASA 

Antonio Arroyo, que aparece en la Púnica, y sus ocho colaboradores, quedaron en libertad 

Cruz Morcillo. Madrid 

Usted está en paro. Tiene su casa pagada y pide un préstamo. Pequeño: unos 10 o 15.000 euros para tirar. Ningún banco se lo da. Aparece un "alma caritativa" que sí lo hace. Usted firma su crédito y pone como aval su vivienda. Cuidado porque tiene todas las papeletas para perderla si su "salvador" ha sido Antonio Arroyo Arroyo, 60 años, experto financiero y el mayor prestamista de España. Sus intereses son normales: rondan el 8 por ciento, pero los de demora pueden llegar hasta el 28 por ciento, eso si le dan la opción de pagar, que no siempre es así. Arroyo y su banda han sido detenidos de nuevo. Están en libertad, pero un Juzgado va a investigarles por estafa, apropiación indebida y organización criminal. Decenas de víctimas claman justicia. 

Arroyo a título individual o a través de sus empresas tiene anotaciones en 217 inmuebles por toda España. Son ejecuciones hipotecarias ordenadas por Juzgados o bien anotaciones preventivas a su favor, como acreedor. El 42 por ciento acaba en sus manos. El "pecado" es haber pedido un préstamo que ronda los diez mil euros. Pese a los ingentes beneficios, él no tiene propiedades a su nombre. 

El 20 de enero la Brigada de Policía Judicial de Madrid lo arrestó junto a ocho de sus colaboradores, entre ellos su mujer, la secretaria, los comerciales y el resto de captadores. Los agentes les tomaron declaración y quedaron en libertad. "Yo soy un intermediario", dijo cuando se le preguntó de dónde salía el dinero para los créditos. 

Entre 2011 y 2014 prestó más de ocho millones de euros a 255 personas, según los registros notariales. Su actividad fue reduciéndose a medida que empezaba a aparecer su nombre. En 2013, un hombre a quien había prestado dinero se suicidó. Ya para entonces había dejado de colaborar con empresas de la trama Púnica, ligadas a David Marjaliza; con subastas judiciales y compra de créditos por las que declaró como testigo ante el juez. 

En la operación Seven, los investigadores han interrogado a una veintena de víctimas, que ya pagaron su deuda. Todas aseguran sentirse estafadas. Son personas que necesitan dinero con urgencia: parados de larga duración, con poco nivel cultural y conocimiento nulo de temas financieros; edad media-alta, los bancos no les conceden créditos. La única condición es que tengan casa o piso para avalar. 

Los colaboradores de Arroyo ponen en marcha el engranaje anunciándose como intermediarios financieros y exhibiendo nombres de empresas o bancos con aparente solvencia. Las citas son en cafeterías, bares o la casa de los clientes. Se juega con la expectativa de que el banco respalda la operación, con la rapidez, con documentos fingidos como gancho, incluso una de las mujeres -Carmen C.- no dudaba en utilizar sus "encantos femeninos" (varias víctimas describen su actitud cariñosa, sus escotes y minifaldas). El crédito se concede en un tiempo inusual, se tasa la casa en un par de días tras el primer contacto (a la baja) y se concierta la firma ante notario. 

LA CIFRA NO ES LA PEDIDA

"No dejan tiempo a las víctimas para pensar", explica el responsable de la operación. Todo es un dislate desde el inicio hasta el final. La cifra que prestan no es la pedida por las víctimas. Todo son pretextos (es usual que aleguen una posterior refinanciación del banco). La siguiente declaración de una víctima lo ejemplifica: firmó ante notario que le daban 16.000 euros, cuando en realidad le entregaron 13.424 -el resto se le retuvo como provisión de fondos-. Cuando Carmen C. tras salir del notario le acompañó a cobrar el cheque solo le dio 6.000 euros. La mujer del escote se quedó con 7.400: concepto refinanciar su deuda. "El fin último es apropiarse de la casa que se puso como aval", recalca el inspector. El papel de los notarios en esta ruina para muchos es más que dudoso. Cuatro han declarado como testigos.

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