Por Carlos Javier Galán, abogado de Alberche Área Jurídica
publicado en su blog La nota discordante, 19.10.13.
publicado en su blog La nota discordante, 19.10.13.
¿Qué hace un laboralista como tú metido en temas penales?, me preguntan algunos compañeros que me conocen desde hace tiempo. Supongo que uno es abogado antes que laboralista y que a veces nos toca cumplir una función social a la que no podemos sustraernos. Y, claro está, también uno es persona mucho antes que abogado.
Hace ya unos años un amigo me pidió que le llevara la oposición a una reclamación dineraria contra él ante un Juzgado. Cuando comenzó a explicarme cómo se habían desarrollado los hechos, me di cuenta de que estábamos ni más ni menos que ante una estafa. Una clara estafa. Y que, previsiblemente, ese modus operandi, tan elaborado, que habían utilizado para engañarle a él, estaría siendo usado en muchos más casos.
Tirando del hilo pacientemente, a través de internet y de redes sociales, venciendo muchas desconfianzas y temores, hablando con afectados y con otros abogados… poco a poco fui descubriendo la existencia y la forma de actuar de una trama delictiva que lleva años actuando con absoluta impunidad.
La llevanza de estos casos –ajenos a mis áreas de dedicación habitual y cuyas víctimas son personas con serias dificultades dinerarias- no tiene rentabilidad en lo económico, en contra de lo que el principal imputado y sus cómplices suelen insinuar contra mí. Pero sí me ha enriquecido humanamente, algo que ellos nunca comprenderán o que incluso les provocará risa. Porque me he encontrado a montones de personas que creían que su caso era único y estaban solos; que a veces se resistían a denunciar porque se avergonzaban de haber caído en este engaño; que, como bien explicaba una afectada, estaban doblemente victimizadas: primero por la estafa y luego por el desamparo social, político, administrativo, judicial...; que necesitaban unirse entre ellos, compartir sus experiencias, poner en común información valiosa para todos, darse ánimos. Que necesitaban sentir que alguien creía en ellos y les defendía.
Así fue como conocí a Rafa y su tenaz empeño en sacar adelante la asociación ADEVIF para agrupar a las víctimas de este tipo de delitos, sabedor de que sólo la unión hace la fuerza. Y a Juan, que resiste presiones auténticamente mafiosas por atreverse a ofrecer en su blog, a cara descubierta, información muy útil para afectados de estafas hipotecarias. Y a tantas y tantas personas que, conmigo o con otros compañeros asistiéndoles jurídicamente, están intentando pelear casos indudablemente complicados, de una dificultad probatoria inmensa. Que están procurando, gracias a unos cuantos informadores valientes, romper poco a poco el manto de silencio y complicidad que cubre esta enorme red apenas conocida, en la que el lucro desmedido de ciertos tipos sin escrúpulos ha destrozado la vida a tantas familias.
Y en esto, cuando has compartido tantos momentos de dificultades, de dudas, pero también de pequeñas victorias y, sobre todo, de apoyo y de conocimiento mutuo, cuando ves que gente sumida en auténticos dramas consigue sacar ánimos de quién sabe dónde…, te llega la noticia de que Javier se ha quitado la vida.
Es imposible no sentirse golpeado, por lo irreversible, por la tragedia de una familia rota y un hijo que crecerá sin padre, por tantos porqués como te asaltan en momentos así.
A Javi lo conocí en una reunión de afectados de la Comunidad Valenciana. Compartimos reunión de trabajo y luego amistosa comida. Me llevó en su furgoneta a la estación de tren para que pudiera volver a Madrid. No lo veré más.
El prestamista ya tiene un muerto. No sé si es el primero, tal vez no. Pero es el primero que yo conozco, al que pongo cara, voz y recuerdos. Ni siquiera con una tragedia así podemos apelar a su conciencia, porque dudo de que albergue algo parecido un individuo así, que lleva años haciéndose rico a base de engañar sistemáticamente a personas a las que sabe que arruinará y destrozará la vida.
Es una lucha complicadísima y hasta el momento no tenemos respaldo de nadie, sólo el apoyo mutuo entre los propios afectados. Pero sé de dónde partíamos y sé dónde estamos, y hemos dado pasos importantes. Y no tenemos voluntad de pararnos. No sé si conseguiremos que se haga justicia o no. Pero sí estoy seguro de algo: lo vamos a intentar por todos los medios.
Tenemos centenares de razones para seguir luchando, hasta donde tengamos que llegar. Razones con nombres y apellidos. Y, aunque ya no esté, Javi seguirá siendo cada día una de ellas.
Hace ya unos años un amigo me pidió que le llevara la oposición a una reclamación dineraria contra él ante un Juzgado. Cuando comenzó a explicarme cómo se habían desarrollado los hechos, me di cuenta de que estábamos ni más ni menos que ante una estafa. Una clara estafa. Y que, previsiblemente, ese modus operandi, tan elaborado, que habían utilizado para engañarle a él, estaría siendo usado en muchos más casos.
Tirando del hilo pacientemente, a través de internet y de redes sociales, venciendo muchas desconfianzas y temores, hablando con afectados y con otros abogados… poco a poco fui descubriendo la existencia y la forma de actuar de una trama delictiva que lleva años actuando con absoluta impunidad.
La llevanza de estos casos –ajenos a mis áreas de dedicación habitual y cuyas víctimas son personas con serias dificultades dinerarias- no tiene rentabilidad en lo económico, en contra de lo que el principal imputado y sus cómplices suelen insinuar contra mí. Pero sí me ha enriquecido humanamente, algo que ellos nunca comprenderán o que incluso les provocará risa. Porque me he encontrado a montones de personas que creían que su caso era único y estaban solos; que a veces se resistían a denunciar porque se avergonzaban de haber caído en este engaño; que, como bien explicaba una afectada, estaban doblemente victimizadas: primero por la estafa y luego por el desamparo social, político, administrativo, judicial...; que necesitaban unirse entre ellos, compartir sus experiencias, poner en común información valiosa para todos, darse ánimos. Que necesitaban sentir que alguien creía en ellos y les defendía.
Así fue como conocí a Rafa y su tenaz empeño en sacar adelante la asociación ADEVIF para agrupar a las víctimas de este tipo de delitos, sabedor de que sólo la unión hace la fuerza. Y a Juan, que resiste presiones auténticamente mafiosas por atreverse a ofrecer en su blog, a cara descubierta, información muy útil para afectados de estafas hipotecarias. Y a tantas y tantas personas que, conmigo o con otros compañeros asistiéndoles jurídicamente, están intentando pelear casos indudablemente complicados, de una dificultad probatoria inmensa. Que están procurando, gracias a unos cuantos informadores valientes, romper poco a poco el manto de silencio y complicidad que cubre esta enorme red apenas conocida, en la que el lucro desmedido de ciertos tipos sin escrúpulos ha destrozado la vida a tantas familias.
Y en esto, cuando has compartido tantos momentos de dificultades, de dudas, pero también de pequeñas victorias y, sobre todo, de apoyo y de conocimiento mutuo, cuando ves que gente sumida en auténticos dramas consigue sacar ánimos de quién sabe dónde…, te llega la noticia de que Javier se ha quitado la vida.
Es imposible no sentirse golpeado, por lo irreversible, por la tragedia de una familia rota y un hijo que crecerá sin padre, por tantos porqués como te asaltan en momentos así.
A Javi lo conocí en una reunión de afectados de la Comunidad Valenciana. Compartimos reunión de trabajo y luego amistosa comida. Me llevó en su furgoneta a la estación de tren para que pudiera volver a Madrid. No lo veré más.
El prestamista ya tiene un muerto. No sé si es el primero, tal vez no. Pero es el primero que yo conozco, al que pongo cara, voz y recuerdos. Ni siquiera con una tragedia así podemos apelar a su conciencia, porque dudo de que albergue algo parecido un individuo así, que lleva años haciéndose rico a base de engañar sistemáticamente a personas a las que sabe que arruinará y destrozará la vida.
Es una lucha complicadísima y hasta el momento no tenemos respaldo de nadie, sólo el apoyo mutuo entre los propios afectados. Pero sé de dónde partíamos y sé dónde estamos, y hemos dado pasos importantes. Y no tenemos voluntad de pararnos. No sé si conseguiremos que se haga justicia o no. Pero sí estoy seguro de algo: lo vamos a intentar por todos los medios.
Tenemos centenares de razones para seguir luchando, hasta donde tengamos que llegar. Razones con nombres y apellidos. Y, aunque ya no esté, Javi seguirá siendo cada día una de ellas.
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